Exposición comisariada por Celestino Celso Hernández, y patrocinada por la Cámara de Comercio de Santa Cruz de Tenerife, Hitos de Nuestra Memoria presenta las obras de cuatro artistas: Juan Gopar (Lanzarote 1958), José Herrera (La Laguna, Tenerife 1956), Emilia Martín Fierro (Santa Cruz de Tenerife 1965) y Juan Matos Capote (Santa Cruz de La Palma 1966).
Hitos de Nuestra Memoria, texto en el catálogo, por Celestino Celso Hernández
Los Hitos son acontecimientos destacados en la vida de una persona o de una comunidad. Guardamos en nuestra memoria las situaciones que nos resultan más llamativas, y también retenemos los hechos únicos protagonizados por un colectivo. Hoy, cuando asistimos a la realidad de una “aldea global”, en la que lo que sucede en un extremo de nuestro planeta llega al instante al otro extremo, los acontecimientos se acumulan. De este modo, sólo los que más nos impactan, a nivel personal y a la sociedad en su conjunto, quedan grabados de modo permanente en nuestra memoria.
Para dar contenido a la propuesta Hitos de nuestra memoria hemos invitado a cuatro artistas, nacidos en las islas Canarias –Juan Gopar, José Herrera, Emilia Martín Fierro y Juan Matos Capote-, a que indaguen en sus respectivas memorias, y a través de sus realizaciones nos ofrezcan muestras de lo que para cada uno de ellos han venido a ser hitos personales, y al tiempo hitos de este territorio insular atlántico que habitamos.
Los dos primeros, Juan Gopar y José Herrera, inician sus respectivas andaduras inmediatamente después de lo que en Canarias se conoce como Generación 70. De hecho, algunos críticos han querido asociarles a esa generación, haciendo éstos expresa renuncia de ello. Por el contrario, ambos han elegido trayectorias personales, guiados por sus propias iniciativas plásticas, con unos discursos plenamente sustentados, que les han llevado a los lugares más destacados del arte actual en Canarias, y a un reconocimiento entre los mejores artistas españoles de la actualidad.
Los otros dos artistas, Emilia Martín Fierro y Juan Matos Capote, son una generación más joven y pertenecen al resurgir de la pintura que se dio en los años 80. Beneficiados por el momento boyante de la recuperación democrática en España, con una apertura definitiva hacia Europa, y un repunte ascendente de la economía, estos dos artistas participaron muy pronto de destacados proyectos. Emi comparte su trabajo de artista con la docencia universitaria, y Juan ha escogido el camino exterior -Bruselas, Nueva York y ahora Barcelona- para acumular más formación y conocimiento.
Del resultado de las experiencias personales de cada uno, del devenir que han seguido sus trayectorias, de los lugares en que han residido y trabajado, surgen distintas lecturas sobre hechos extraídos de sus respectivas memorias, que devienen también en memoria común, convertida en hitos de una sociedad y de todo un pueblo.
Juan Gopar (Lanzarote 1958) llamó la atención con una obra inicial a la que incorporaba elementos construidos, en la línea de lo que en los años 70 lideró Joseph Beuys. Hoy, Juan Gopar le da la vuelta a su trabajo y presenta construcciones pintadas, arquitecturas más que esculturas, cuyas “paredes” las forman cuadros del propio artista.
Juan se plantea esculturas sobre peanas, que albergan monitores, a través de los que se puedan ver o escuchar entrevistas grabadas. Las bases o cajas vendrían a convertirse en una especie de casas que hablan, objetos que narran el relato de algunos individuos. La serie que presenta Juan lleva por título La otra orilla, compuesta por cuatro esculturas –Franja intermareal, Rumor, La isla desierta II y En el borde-, realizadas entre el 2000 y el 2006 con “restos de naufragios, que el mar arroja en esta pequeña isla atlántica” -maderas pintadas, cuerdas, telas, boyas- El trabajo, según el artista, se enmarca en el proyecto Isla-taller (un lugar en un determinado momento).
“Juan Gopar trabaja desde la memoria y lo hace estableciendo una suerte de lenguaje reservado, que se nutre y apropia de aquellos rudimentos que se propician desde un ámbito singular: su entorno inmediato. (…) Es la arqueología instrumental que halla frecuentemente entre los aperos en desuso (…) son los retazos de la memoria local (individual y colectiva). (…) Al final este sistema de relaciones e interacciones (…) concluirán en el deseo manifiesto de transformar su entorno”. (1)
Así es, Juan ha añadido a su trabajo la recuperación de piezas en desuso, que la mar le ha devuelto, a una orilla compartida, y la recreación de habitas guardados en su memoria. Ahora Juan los exalta, contraponiéndolos además como modelos distintos frente a otros modelos invasivos, que han transformado anárquicamente el territorio de su propia isla. Son casas que se sueñan, un sueño compartido. Juan recuerda fotos de su padre ante construcciones precarias a pié de playa, en los años 60, construidas por los pescadores para su estancia en África, durante la temporada de pesca.
En uno de los talleres que ha impartido el artista se refiere a la idea de construir tu propia isla, un espacio propio, una arquitectura invisible que nos sitúe, que nos acoja, que se alimente del relato de nuestra vida. Y se remite, para ello, a uno de nuestros escritores más comprometidos, Agustín Espinosa, que en su obra Lancetot 28º-7º afirma que su “intento es el de crear un Lanzarote nuevo, un Lanzarote inventado por mí”. (2)
José Herrera (La Laguna, Tenerife, 1956) ha sido uno de los artistas que han mantenido mayor reflexión en torno a su obra. El suyo ha sido un andar muy personal y también involucrado en las causas sociales que así lo requerían. José Herrera despuntó con una obra asociada en los años 70 a la opción analítica en el arte moderno -Ad Reinhart y Blinky Palermo-. Las suyas eran piezas de colores uniformes, en ocasiones un trazo o una figura simplificada. El artista determina los márgenes, disponiendo un formato triangular, rectangular o cuadrado –Frank Stella, Ellsworth Kelly-. En esa línea podríamos decir de introversión, de recogimiento, José Herrera conduce al espectador a que indague en las construcciones que guardan superficies pintadas, ajenas a nuestra mirada –“Es la derivación escultórica en el tratamiento de los materiales; piezas que, por tanto, implican una arquitectura, una respiración del espacio”. De otra parte, el artista requiere del esfuerzo intelectual, para buscar asociaciones y significados, a lo que a primera vista parece evidente, por los objetos comunes que utiliza.
“Hablar con José Herrera del arte y de su arte supone la comprobación de que él no establece escisiones entre lo que es la vida, empezando por la propia vida, y lo que es la obra (…) Cuando Herrera se vale de objetos identificables con claridad en nuestra vida cotidiana, lo hace desviando su sentido usual hacia planos metafóricos mucho menos transparentes (…) Herrera necesita seguir un ritmo vital y de producción que no dé la espalda a los principios universales que rigen la naturaleza”.(3)
Entre los trabajos que ahora nos presenta José Herrera se encuentra Memoria de la tristeza, de 2007-08, en la que recurre a una mesa de madera, cubierta por un plástico rojo vibrante, y a unas sillas, sobre las que se acumulan en ambos casos almohadas de tela blanca, sujetas en la segunda pieza por sendas tablas de madera en posición vertical. ¡Cuántas asociaciones acuden a nuestra memoria, cuántos recuerdos de nuestras propias vidas, cuánto del existir y padecer que hemos oído a nuestros padres y abuelos, y de las narraciones que hemos escuchado protagonizadas por otros! En su implicación con la propuesta para la Bienal Off de Dak’Art08, José Herrera ha querido que parte de su obra se componga con piezas de donde presenta su trabajo. Para ello ha incorporado una mesa usada del lugar, de color madera, y unas tablas de madera noble de Senegal.
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